miércoles, 15 de diciembre de 2010

Acuérdate Juan.

Tienes dieciocho años. Ya no eres un niño, pero no te preocupes, nunca lo has sido. Acuérdate Juan de aquellos días en que el cielo oscuro, ya pasada la media noche, mirabas. Decías entonces: -Quiero llegar allá. Afirmabas y llorabas a tus adentros que no era posible que se gastara más en armas que en viajes; mas tú no controlas al mundo. Acuérdate Juan de que no controlas al mundo.
Yo, desde este punto tan efímero, te quiero recordar aquel día en que jugabas con un encendedor en las cortinas de tu tío. ¿No recuerdas? ¡Te gustaba tanto cómo se veía! Yo creo que sí lo recuerdas; recuerdas también que saliste unos minutos y cuando volviste medio cuarto estaba en llamas. Te viste impotente entonces, no podías ya controlar el fuego. Pero... ¿qué puedes controlar Juan?. Piensa en eso. ¿Verdad? Tú no controlas al mundo.
Te estuve espiando, desde atrás de tus ojos, aquel día en que M. te dijo: "Me siento mal". Tu insignificante mente no pudo decir, aun cuando más te empeñabas, una palabra que la quitara de la horca. Pero creo que ya te ibas dando cuenta de que no controlas al mundo. Ni siquiera pudiste controlar tu propio llanto.
Mira, y ve, antes de que te enojes, que no te estoy reclamando, ni me quiero burlar de ti. Pero es que Juan, después de tanto tiempo, sigues pensando que puedes hacer algo por el mundo. Y quizá lo estés haciendo, pero para ti no es suficiente; ¿me equivoco? Yo sé que no. Has llegado al punto en que ya no haces nada, tampoco para ti. ¿Por qué Juan?: Queriendo volar a la Luna, te estrellaste contra el lodo. 
Debo decir que a mí también me duele; yo que tanto tiempo he vivido junto a ti. Soy quizás tu mejor amigo, también tu mejor enemigo. Lo sabes. También he sido tu maestro y consejero; buen maestro, mal consejero. Perdóname Juan pero tienes que dejar de depender de mi. Ya no hay tiempo para que aprendas a andar solo, mucho menos si no aprendes que no puedes controlar al mundo. Acuérdate Juan: ¡No puedes controlar al mundo!. Date cuenta de que tus oídos se cierran cuando te digo esto, pero mira, no me enojo, por que pienso que no es  tu culpa; espero no darme cuenta de que así sea.

Juan, ¿qué quieres que te diga?. Hoy estaba viendo un poema que hiciste, sí, ¡enserio!. No puede ser Juan que no te des cuenta de que escribes poesía. Tus poemas están bonitos, o algo así. Deberías leer más lo que escribes y pensar menos en lo que no. No puedes controlar al mundo Juan, lee a Darío mejor. No Juan, no puedes controlar al mundo, escucha mejor a Chopin. ¿No te cansas? ¿Por qué no, mejor, escribes uno de esos poemas que haces? Mira, me estás molestando mucho. Si no quieres darte cuenta, ¡allá tú!. Pero acuérdate Juan de que estoy atrás de tus ojos,  ¡y que puedo ver todo!. Pero dejame repetirte una vez más: 
Anoche
cuando te veía
un sol acarició tus ojos,
entonces me acarició a mí.
Robó de mis manos una palabra:
"Don".
Acarició mi cuerpo estrellado
tras tus ojos
entonces, todo fue distinto.
Junto a ti encontré la vida
unido a ti voy a cada lado
adiós, hermano mío.
No puedes controlar al mundo.

Acuerdate de cuando jugabamos construyendo rompecabezas, cuando veíamos el mundo en un triángulo, cuando decías que no había gloria mayor que la de la música, cuando la poesía hacía latir tu corazón tanto que creías que ibas a morir. Pero no te acuerdes de que puedes controlar al mundo, por que es mentira.

No hay comentarios:

Publicar un comentario